Un antídoto contra el rencor . Articulo publicado en le Semanario Alba que reproducimos por su interés. El enlace a Alba es www.semanarioalba.com
Sonsoles Calavera (*).Digan lo que digan medios como Público o El País, la única memoria que pretende recuperar esta beatificación histórica es la memoria del perdón. Estamos celebrando una auténtica fiesta. Por muy atroces que fueran los asesinatos de los mártires y muy feroz el odio a la fe de sus verdugos, festejamos que hubo casi 500 personas en España que amaron más a Jesucristo que a su vida.
Lejos de un análisis político, este fenómeno hay que analizarlo desde un prisma espiritual. Como dicen los obispos en el mensaje con motivo de la beatificación, los mártires "son signo de la victoria definitiva de Cristo". Y "ahora que la reconciliación parece amenazada en nuestra sociedad -dice la nota de la Conferencia Episcopal-, los mártires que murieron perdonando son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación".
Una postura que los obispos vienen manifestando ya desde la misma Guerra Civil, cuando seguían muriendo los católicos por la fe. El 1 de julio de 1937 publicaron una carta que decía: "Dios sabe que amamos en las entrañas de Cristo y perdonamos de todo corazón a cuantos, sin saber lo que hacían, han inferido daño gravísimo a la Iglesia y a la patria. Son hijos nuestros. Invocamos ante Dios y a favor de ellos los méritos de nuestros mártires". En el siglo XXI la persecución continúa, en muchos países con derramamiento de sangre, y en el nuestro, en el ámbito ideológico. En este contexto, el ejemplo de los mártires tiene enorme trascendencia. Ellos fueron hombres y mujeres de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Virgen. Incluso ya cautivos, en cuanto podían, hacían todo lo posible por comulgar y rezaban el rosario. Y sobre todo, rechazaron minusvalorar o renunciar a su identidad cristiana, perdonaron a sus verdugos y rezaron por ellos.
Por ello, con su perdón, nos enseñan a perdonar. Permiten así que resplandezca la Verdad, que brilla con luz propia, más allá de la violencia y el horror. Nuestros mártires ofrecieron su muerte atroz para sembrar la paz. Su sangre se derramó para poner fin al enfrentamiento de entonces y de hoy. Si ahora utilizáramos su muerte como ‘arma arrojadiza’, sería una traición a su heroica entrega, que debe ser luz para la Iglesia Universal y para la historia de la Humanidad.
(*) Adjunta a la Dirección
No hay comentarios:
Publicar un comentario